martes, 17 de julio de 2007

2 de Noviembre: El panteón de Kantunilkin

La maleza ha comenzado a devorar los sepulcros. Quienes reposan en campo santo saben que una vez que la hierba cubra las piedras, las raíces comenzarán a alimentarse de sus entrañas. Por eso los muertos gritan en las noches desesperados.
José siente hasta su cama los lamentos de Rosalba. A media noche se levanta ansioso. Con el machete en alto entra decidido al panteón y comienza su lucha contra la plaga. No hay esfuerzo que valga. Las constantes lluvias alimentan el deseo que la maleza tiene de acabar con la muerte y acallar los suspiros de las almas en pena. Aun así, José no se da por vencido. Entre el lodo busca con el machete las raíces que crecen aceleradas y corta a toda velocidad los tentáculos que tratan de apoderarse de Rosalba. Los aullidos comienzan a disminuir y de vez en cuando se escucha el grito de un cadáver desgarrado. Penetrado hasta los huesos. Luego, hay un largo silencio que rompe un machete tajando y el fuerte latir del pánico en el pecho de José.
La lluvia ha parado. Es la mañana del día de muertos. La gente cargada de ofrendas se aproxima buscando las tumbas de sus seres queridos. Pero no hay nada. Tan sólo un jardín húmedo cundido de hierba salvaje y en el centro, una sola lápida con una faca desgastada y el cadáver de José tirado sobre una inscripción que dice: Aquí descansa en paz Rosalba.

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