martes, 17 de julio de 2007

Desnudo

Tan fría que de blanco pinta la luna mi cuerpo . Tan desnuda que a pesar de la escasa luz que me escurre de la ventana, se ve mi alma. El pintor también exhibe su cuerpo. Lo hace por solidaridad. Día tras día, estoy aquí, por horas enteras descubierta, inmóvil. No es fácil. Su profesión quisiera ser más generosa. Quitarme el hambre. Pero no puede. Después de todo, no lo hago por dinero. De haber sido así estaría en otro sitio. Más cubierta. Fingiendo una sonrisa. El verdadero placer me esboza cada vez más los huesos. Sin embargo no lo siento. Su arte observa todo centímetro de mi piel sedando la miseria. Mis sentimientos empiezan a hervir. Un pincel mojado de color claro roza mi cuerpo en un lienzo. Suave , húmedo , el óleo imprime no mi solitaria figura , sino una nueva , diferente , que penetra por sus ojos y expele con ardor un trazo único dónde nazco nuevamente . Así me acaricia el cuello, el hombro. La melena de su brocha baja por la cintura. Comienzo a temblar. Su razón lo hace pensar en el invierno. Deja su tarea y acerca a mis labios de sol, una perfumada taza. Sólo un trago. Con la cabeza niego el segundo. Quiero que continúe. Mi carne parece un hielo. Sigo ahí petrificada. El pintor me suelta el pelo. Lo desliza suavemente por mi espalda. Intenta cubrirme. Regresa y continúa quemándome con retoques. Se detiene muy abajo de la cintura. Lo hace más despacio. Alternando el negro y el carne. Tiemblo más fuerte. Pero él, extasiado ya no se entera. Chorrea de luz los muslos. El ayuno y el deseo se unen y me traicionan. Me desplomo como un mármol pesado. Sus manos de hielo son ahora las que tiemblan. Se funden en las brazas de mi cuerpo que yace en el suelo hecho pedazos. Ya sólo existo en el lienzo. Sin frío. Sin hambre. Como una ninfa que observa siempre al artista desnudo.

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