martes, 17 de julio de 2007

La Route de Sanit Georges

Hasta pa’ la muerte hay que tener gusto, comentó Franco. Bárbara no lo escuchó. Absorta en su lectura, solo obtenía destellos de la ruta que recorrían cuando por momentos alzaba la vista para ver a través del parabrisas.
Franco se detuvo en una tienda con un terreno invadido por planchas de mármol de diferentes tipos. Bárbara alzó la vista para verlo pasear entre las coloreadas filas. Vio una laja oval rojo-ladrillo, con vetas artísticamente armoniosas. Se le antojó para una gran mesa de comedor. El paseo continuó por aquella avenida plagada de tiendas con mármoles en las banquetas listos para ser esculpidos.
-¡Mira! Dijo Franco. Bárbara interrumpió el texto y miró al frente. ¡Que lindo! Pensó al ver las mil tonalidades desplegadas frente al coche. Un gran mercado de flores envolvía con fiesta la glorieta de aquel lugar llamado Saint Georges.
- Aquí te voy a venir a comprar flores.
Fue entonces cuando vio unas rejas de hierro enormes abrir paso entre los puestos y al fondo un elegante jardín sembrado de lápidas.

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