Un muerto perfora la muerte. Se hace presente en el caminar de un desconocido o en la voz de quien canta su canción. Un muerto aparece como nunca en sus ausencias de vivo: como un rayo incrustado en el cielo, enviando mensajes que no entendemos.
Su fantasma es gracioso, como debió serlo de niño. Y su alma finalmente desnuda, se confunde con la fragilidad del pájaro; con la nobleza de un perro.
Cuando alguien tiene la mirada perdida, y el corazón le da un vuelco, es que en un descuido del tiempo por una rendija vio escaparse un muerto.
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