martes, 17 de julio de 2007

Carta a Silverio

Siempre creí que después de la muerte seguía el silencio.
Un silencio y una oscuridad interminables que me aterraban.
¿Miedo?
¿A qué si no hay nada?
Miedo a la soledad.
Pero cómo pude creer semejante cosa si sabemos que habemos muchos más muertos que vivos.
Esto es verdaderamente un hervidero de almas, Silverio.
No hay sitio donde esconderse.
Veo a todos simultáneamente.
Escucho a todos.
Siento a todos.
Estoy fundida con ellos.
Soy parte de ellos y ellos de mí.
No hay sentimiento, ni deseo, ni pensamiento que no se transmita de inmediato.
Por eso, Silverio, aprovecha los últimos días de soledad que te quedan.
Rompe esas imágenes que guardas con nostalgia de todos nosotros.
Pronto nos verás eternamente.
Háblate a ti mismo, saborea esa intimidad que te hace creer que eres único, diferente.
Atesora tus deseos secretos.
Lo que te apasiona y no nombras.
Lo que piensas de este y aquél y nadie sabe.
Esos son los tesoros de la vida.
Pronto.Muy pronto, te compartirás eternamente.

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