martes, 17 de julio de 2007

La Herencia

La muchacha miró su melancólica sonrisa con odio. Como si el maldecirla, la ayudara a escapar de ella. Como si el rechazo, la dispensara de llevar su sangre, de tenerla que llamar madre. Y la mujer fingió no verla, se rodeó de una nube que amortiguó la herida y siguió amándola. Se acercó a la ventana para verla partir. Confundió su reflejo con el de aquella mujer a la que alguna vez ella había lastimado. La misma mirada triste y la mueca amarga que inevitablemente le había heredado. A través del vidrio su juventud escapando en el cuerpo de su hija la dejo antigua, incompleta, anegada en los recuerdos. Después se tumbó frente a la televisión, hipnotizada por otras historias de mujeres trató de olvidar.

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